Manifiesto de los 93
El "Manifiesto de los 93" es el nombre generalmente dado a una proclama publicada el 4 de octubre de 1914, firmada por 93 prominentes científicos, eruditos y artistas alemanes, declarando su irrevocable apoyo a las acciones militares alemanas a comienzos de la Primera Guerra Mundial. Estas acciones bélicas fueron denominadas por el bando contrario como la Violación de Bélgica.[1] El Manifiesto impulsó el apoyo a la guerra en universidades y escuelas alemanas, ante la indignación de numerosos intelectuales de los países enfrentados con Alemania.
El astrónomo alemán Wilhelm Foerster se arrepintió pronto de haber firmado el documento y escribió junto con Georg Friedrich Nicolai una segunda declaración, titulada Manifiesto a los europeos, donde argumentaban que: "Parece no solo algo bueno, sino en extremo necesario, que las personas educadas de todas las naciones dirijan su influencia de tal manera que los términos de una paz no sean fuente de futuras guerras - aunque actualmente sea incierto el resultado de la guerra. El hecho de que esta guerra haya sumergido todas las relaciones europeas en un estado igualmente inestable y plástico, tendría que ser aprovechado para hacer de Europa una totalidad orgánica."[2]
Un informe de 1921 publicado en The New York Times encontró que de 76 firmantes supervivientes, 60 expresaron en alguna medida su arrepentimiento. Algunos aseguraron no haber visto lo que habían firmado.[3]
Texto
[editar]A continuación se acompaña una traducción al español del texto original:[4]
Como representantes de la ciencia y del arte alemán, los abajo firmantes protestamos solemnemente ante el mundo civilizado por las mentiras y calumnias con que nuestros enemigos intentan ensuciar la justa y noble causa de Alemania en la dura lucha que nos han impuesto y que amenaza nada menos que nuestra existencia. La marcha de los acontecimientos se ha encargado de refutar la mentirosa propaganda que no anunciaba sino derrotas alemanas, aunque ahora se emplean con mucho más ardor para falsear la verdad y hacernos odiosos. Contra esto protestamos levantando nuestra voz, que es la voz de la verdad.No es verdad que Alemania haya provocado esta guerra. Ni el Pueblo, ni el Gobierno, ni el Emperador alemán la han querido. Hasta el último momento, hasta lo imposible, Alemania ha luchado por mantener la paz. El mundo entero puede juzgar las pruebas que proporcionan los documentos auténticos. En innumerables ocasiones Guillermo II ha defendido la paz a lo largo de los veintiséis años de su reinado, hecho que incluso nuestros enemigos han reconocido. Olvidan que este Emperador, al que se atreven a comparar con Atila, ha sido objeto de sus burlas a causa de ese amor inquebrantable por la paz. Hasta que no ha sido amenazado y después atacado a traición por tres grandes potencias, nuestro pueblo no se ha levantado como un solo hombre.
No es verdad que hayamos vulnerado de manera criminal la neutralidad de Bélgica. Tenemos la prueba irrefutable de que Francia e Inglaterra habían decidido vulnerar esa neutralidad con la connivencia de Bélgica. Hubiera sido un suicidio por parte de nuestra patria no adelantarse a este hecho.
No es verdad que nuestros soldados hayan atentado contra la vida y los bienes de un solo ciudadano belga sin haberse visto forzados a ello en legitima defensa, porque una y otra vez, a pesar de las advertencias, la población ha disparado a traición contra nuestras tropas, ha mutilado a heridos y asesinado a médicos que ejercían su humanitaria profesión. No hay infamia mayor que ocultar las atrocidades de estos asesinos y acusar de un crimen a los alemanes por los castigos que se han visto obligados a infligir a estos bandidos.
No es verdad que nuestras tropas hayan destruido Lovaina brutalmente. Asaltadas sus posiciones por una población furiosa, a su pesar, nuestras tropas han tenido que tomar represalias y bombardear una parte de la ciudad. La mayor parte de Lovaina se mantiene intacta. El famoso Ayuntamiento ha quedado intacto porque, a riesgo de su vida, nuestros soldados lo han protegido de las llamas. Por supuesto, todos los alemanes lamentarían la destrucción presente o futura de obras de arte en el curso de esta terrible guerra. Pero, pese a nuestro gran amor por el arte, que no puede ser superado por ninguna otra nación, debemos rechazar decididamente que el coste de salvar una obra de arte suponga una derrota de nuestros ejércitos.
No es verdad que hagamos la guerra sin respetar las leyes internacionales. Nuestros soldados no cometen ni actos de indisciplina, ni crueldades. Sin embargo, al Este de nuestra patria, la tierra se empapa con la sangre de las mujeres y los niños masacrados sin piedad por las salvajes tropas rusas, y en el Oeste, las balas explosivas de nuestros adversarios destrozan los pechos de nuestros soldados. Quienes se han aliado con rusos y serbios y no temen alentar a mongoles y negros contra la raza blanca, ofreciendo así al mundo civilizado el espectáculo más vergonzoso que se pueda imaginar, no tienen ningún derecho a llamarse a sí mismos defensores de la civilización europea.
No es verdad que la lucha contra el llamado militarismo alemán no sea también una lucha contra nuestra cultura, como pretenden nuestros hipócritas enemigos. Si no fuese por nuestro militarismo, nuestra civilización habría sido aniquilada hace tiempo. Ha sido para protegerla por lo que ha surgido este militarismo en nuestro país, expuesto como ningún otro a continuas invasiones a lo largo de los siglos. El Ejército alemán y el Pueblo alemán no son sino uno y este sentimiento une fraternalmente a 70 millones de alemanes sin distinción de cultura, clase o partido.
La mentira es el arma envenenada que no podemos arrancar de las manos de nuestros enemigos. Lo único que podemos hacer es declarar, levantando la voz ante el mundo entero, que nuestros enemigos dan falso testimonio contra nosotros. A quienes nos conocen y han sido, como nosotros, guardianes de los bienes más preciados de la humanidad, les decimos:
¡Créannos! Sepan que llegaremos hasta el final de esta lucha como nación civilizada, como pueblo para el que el legado de Goethe, Beethoven y Kant es tan sagrado como su tierra y su hogar.
Firmantes
[editar]Dentro de los 93 firmantes hay: condecorados con premios Nobel, artistas, médicos, físicos, químicos, teólogos, filósofos, poetas, arquitectos y profesores universitarios.
Lista de firmantes
[editar]- Adolf von Baeyer, químico, sintetizó el color índigo, premio Nobel en Química en 1905
- Peter Behrens, arquitecto y diseñador
- Emil Adolf von Behring, fisiólogo, premio Nobel en Fisiología o Medicina en 1901
- Wilhelm von Bode, historiador de arte y conservador museístico
- Aloïs Brandl, filólogo austriaco-alemán
- Lujo Brentano, economista y reformista social
- Justus Brinckmann, historiador del arte
- Johannes Conrad, economista político
- Franz von Defregger, artista austriaco
- Richard Dehmel, escritor y poeta anticonservador
- Adolf Deissmann, teólogo protestante
- Wilhelm Dörpfeld, arquitecto; arqueólogo en la Troya antigua
- Friedrich von Duhn, arqueólogo clásico
- Paul Ehrlich, premio Nobel en Fisiología o Medicina en 1908, iniciador de la quimioterapia
- Albert Ehrhard, sacerdote católico e historiador
- Karl Engler, químico
- Gerhart Esser, teólogo católico
- Rudolf Christoph Eucken, filósofo: ganador en 1908 del premio Nobel de Literatura
- Herbert Eulenberg, poeta y dramaturgo
- Henrich Finke, historiador de la iglesia católica
- Hermann Emil Fischer, químico, premio Nobel en Química de 1902
- Wilhelm Foerster, también firmó el contramanifiesto
- Ludwig Fulda, dramaturgo judío con fuerte compromiso social
- Eduard von Gebhardt, pintor
- Jan Jakob Maria de Groot, sinólogo e historiador de la religión
- Fritz Haber, químico, premio Nobel de Química en 1918 por la síntesis del amoníaco
- Ernst Haeckel, biólogo, acuñó los términos ecología, phylum o célula madre y expresiones como la ontogenia recapitula la filogenia
- Max Halbe, dramaturgo
- Adolf von Harnack, teólogo luterano
- Carl Hauptmann, dramaturgo
- Gerhart Hauptmann, dramaturgo y novelista, premio Nobel en Literatura en 1912
- Gustav Hellmann, meteorólogo
- Wilhelm Herrmann, teólogo protestante
- Andreas Heusler, medievalista suizo
- Adolf von Hildebrand, escultor
- Ludwig Hoffmann, arquitecto
- Engelbert Humperdinck, compositor p.ej. de "Hänsel und Gretel"
- Leopold Graf von Kalckreuth, pintor
- Arthur Kampf, pintor historicista
- Friedrich August von Kaulbach, pintor
- Theodor Kipp, jurista
- Felix Klein, matemático: teoría de grupos, análisis complejo, geometría no euclidiana y la "botella de Klein"
- Max Klinger, pintor simbolista, escultor, impresor y escritor
- Aloïs Knoepfler, historiador del arte
- Anton Koch, teólogo católico
- Paul Laband, profesor de leyes
- Karl Lamprecht, historiador
- Philipp Lenard, físico, premio Nobel de Física en 1905 por su investigación sobre los rayos catódicos
- Maximilian Lenz, pintor
- Max Liebermann, pintor impresionista judío e impresor
- Franz von Liszt, jurista y experto legal (primo del compositor)
- Ludwig Manzel, escultor
- Joseph Mausbach, teólogo
- Georg von Mayr, estadístico
- Sebastian Merkle, teólogo católico
- Eduard Meyer, historiador
- Heinrich Morf, lingüista
- Friedrich Naumann, político liberal y pastor protestante
- Albert Neisser, médico que descubrió la causa de la gonorrea
- Walther Hermann Nernst, físico: tercera ley de la termodinámica, premio Nobel de Química en 1920
- Wilhelm Ostwald, químico: premio Nobel de Química en 1909
- Bruno Paul, arquitecto, ilustrador, diseñador de interiores y de mobiliario
- Max Planck, físico teórico: autor de la teoría cuántica, premio Nobel de Física en 1918
- Albert Plohn, profesor de medicina
- Georg Reicke
- Max Reinhardt, austriaco, actor y director de cine que trabajaría en los Estados Unidos
- Alois Riehl, filósofo
- Carl Robert, filólogo y arqueólogo
- Wilhelm Röntgen, físico: descubridor de los rayos X, premio Nobel de Física en 1901
- Max Rubner, fisiólogo e higienista
- Fritz Schaper, escultor
- Adolf von Schlatter, teólogo protestante
- August Schmidlin, teólogo
- Gustav von Schmoller, economista
- Reinhold Seeberg, teólogo
- Martin Spahn, historiador
- Franz von Stuck, pintor, escultor, grabador y arquitecto
- Hermann Sudermann, dramaturgo y novelista
- Hans Thoma, pintor
- Wilhelm Trübner, pintor realista
- Karl Vollmöller, dramaturgo y guionista
- Richard Voss, dramaturgo y novelista
- Karl Vossler, lingüista y erudito
- Siegfried Wagner, compositor, hijo de Richard Wagner
- Heinrich Wilhelm Gottfried Waldeyer, anatomista: acuñó el término cromosoma
- August von Wassermann, bacteriólogo: desarrolló la "prueba de Wassermann" para la sífilis
- Felix Weingartner, director austriaco, compositor y pianista
- Theodor Wiegand, arqueólogo
- Wilhelm Wien, físico, premio Nobel en 1911 por su trabajo sobre la radiación del calor
- Ulrich von Wilamowitz-Moellendorff, filólogo clásico
- Richard Willstätter, químico orgánico, premio Nobel de Química en 1915 por descubrir la estructura de los pigmentos vegetales
- Wilhelm Windelband, filósofo
- Wilhelm Wundt, médico, psicólogo, fisiólogo, filósofo, "padre de la psicología experimental"
Referencias
[editar]- ↑ Jürgen von Ungern-Sternberg and Wolfgang von Ungern-Sternberg, Der Aufruf "An die Kulturwelt!": das Manifest der 93 und die Anfänge der Kriegspropaganda im Ersten Weltkrieg, Franz Steiner Verlag, Stuttgart, 1996, p.13.
- ↑ Grundmann, Siegfried (2005). The Einstein Dossiers. Berlin: Springer.
- ↑ «The Ninety-Three Today» (PDF). 2 de marzo de 1921. p. 7. «Un escritor alemán, M.H. WEHBERG, ha publicado recientemente los resultados de las investigaciones personales de los profesores, científicos y literatos supervivientes que en 1914 firmaron el famoso "Manifiesto de los noventa y tres". Diecisiete de ellos había desde entonces, pero de esta cifra se sabía que varios habían cambiado de opinión, o al menos deseaban no haber puesto sus nombres en un documento que era un reproche al entendimiento alemán. Entre los vivos, solo se encontró a dieciséis que se mantuvieron firmes sin vacilar en su acción en 1914, y dijeron que firmarían el manifiesto nuevamente. Esto deja a unos sesenta de los noventa y tres originales que ahora expresan arrepentimiento, en algunos casos casi como remordimiento. Algunos de ellos explican que no leyeron o no sabían lo que habían firmado. Dieron sus nombres por teléfono o telégrafo a lo que supuestamente eran una expresión veraz de la opinión de la universidad alemana. Más tarde, se sintieron "entusiasmados" cuando descubrieron que, aprovechando su indignación, se habían negado hechos ampliamente probados. Más de uno de los firmantes tiene ahora fuertes palabras para condenar la declaración como "desafortunada y sin sentido", tal como actualmente se admite, a la que se les indujo a añadir sus nombres. Esto es quizás lo más cercano al arrepentimiento que hemos tenido o podemos esperar de Alemania. Herr WEHBERG registra muchas excusas, algunas semidisculpas, varias expresiones de tristeza sobre cómo salió tan mal; pero no una forma de la confesión directa que es buena para el alma.»
- ↑ To the civilized world